Se estima que hay más de 200 millones personas en el mundo infectadas con el parásito de la malaria, otros 120 millones sufriendo de filariasis linfática, entre 50 y 100 millones infectados por el virus del dengue y otras 200 mil más padeciendo de la fiebre amarilla. Todos ellos tienen un denominador común: la picadura de algún tipo de mosquito.
Mosquito transmisor de la malaria. Los mosquitos son responsables de transmitir distintos agentes infecciosos —protozoarios, gusanos, virus, entre otros— a los seres humanos. Pueden vivir en casi todos los rincones del planeta, principalmente, en las regiones tropicales que se caracterizan por tener climas calurosos y húmedos. Es precisamente en estas regiones donde vive la tercera parte de la población humana, provocando que cada año unas 700 millones de personas sufran de algún tipo de enfermedad transmitida por mosquitos. Pero, si los mosquitos son capaces de transmitir diferentes tipos de virus, por ejemplo, el de la fiebre amarilla, del dengue o de la encefalitis, ¿por qué no pueden transmitir el virus de inmunodeficiencia humana (VIH)? El VIH ataca a las células del sistema inmunitario. Aniquila nuestras defensas volviéndonos vulnerables a cualquier tipo de infección, por más leve que esta fuera. En otras palabras, nos hace inmunodeficientes. De ahí viene el nombre del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), enfermedad producida por el VIH. Los científicos han identificado tres posibles mecanismos por los cuales se podría transmitir el VIH a través de la picadura de un mosquito:
1. Los virus que podrían estar presentes en la sangre de un paciente VIH positivo sobreviven al proceso digestivo del insecto, se multiplican y migran hacia sus glándulas salivales. Luego, cuando el mosquito vuelva a picar, esta vez a una persona sana, su saliva infestada con el virus será transferida a la víctima provocándole la infección. Este es el mecanismo por el cual se transmiten los virus del dengue y la fiebre amarilla.
2. El mosquito pica a un paciente VIH positivo, pero esta vez es interrumpido mientras está alimentándose, por lo que busca a otra víctima (que puede ser una sana) para terminar de alimentarse. De esta manera, las partículas virales que hayan quedado adheridas a su boca son transferidas a la víctima sana. La anemia infecciosa equina se transmite de esta manera.
3. Nuevamente el mosquito es interrumpido mientras está succionando la sangre de un paciente VIH positivo y, como en el caso anterior, busca a otra persona para saciar su hambre. La víctima sana, al sentir la picadura del mosquito, lo aplasta con la mano provocando que la sangre infectada presente en sus entrañas y que aún no han sido digeridas, se pongan en contacto con la herida abierta, transmitiendo así la infección.
Para que se dé el primer mecanismo, las partículas virales no deben ser digeridas por los insectos. Los parásitos de la malaria sobreviven entre 9 y 12 días dentro de los intestinos del mosquito, tiempo suficiente para completar su ciclo de vida y migrar hacia las glándulas salivales, a la espera de una nueva víctima. Por otro lado, el virus del dengue hace lo propio en 7 días y el virus de la encefalitis en tres semanas. Sin embargo, el VIH es digerido en menos de dos días. Además nunca llega a multiplicarse ni a invadir las glándulas salivales del mosquito, por lo que es bastante improbable que ocurra este mecanismo.
Para que ocurra el segundo y tercer mecanismo, antes debemos considerar que, a diferencia de otras infecciones virales, los pacientes VIH positivos presentan bajos niveles —incluso niveles no detectables— de partículas virales en toda su sangre. Si a esto le sumamos que la cantidad de sangre que puede retener un mosquito en sus entrañas está en el orden de la milésima parte de un mililitro, la probabilidad de que en ese volumen haya una sola partícula viral es de 1 en 10 millones. Y si a esto le sumamos que es necesario más de un virus para iniciar la infección, la probabilidad se hace muy pero muy baja.
Resumiendo, podemos concluir que el VIH no puede ser transmitido por mosquitos u otro insecto hematófago (pulga, piojo, garrapata, etc.) por dos razones: i) el virus no sobrevive ni se multiplica dentro del insecto; y ii) la cantidad de sangre succionada por el insecto es tan pequeña que la probabilidad que haya una partícula viral es muy baja.
Fuente | Rutgers School of Environmental and Biological Sciences, Department of Entomology.